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La tradición espiritual cristiana ha sido uno de los pilares sobre el que se ha construido la realidad política que hoy conocemos como España.

La historia de este país comienza en la Edad Media. En el 711 los árabes invaden la península ibérica y consiguen ocupar gran parte de su territorio. Los reinos cristianos frenan la invasión en el norte, e inmediatamente emprenden la reconquista, que durará ocho siglos. A pesar de que los árabes eran tolerantes con la religión cristiana, la reconquista desde el principio tuvo un marcado carácter de “guerra santa”. La fe cristiana de esta manera se convierte en un impulso unificador. De hecho, después de reconquistar el último reino árabe – el califato de Granada – los Reyes Católicos Isabel y Fernando empiezan la persecución de judíos y musulmanes, que se ven obligados a abandonar España en un plazo de siete días.
Por otro lado, la cristianización fue una importante fuerza de expansión en América y la única que impidió a los hacendados y aventureros la aniquilación total de los nativos de todo el continente. El cristianismo proporcionó la sensibilidad necesaria para la redacción de la primera obra escrita, de Fray Bartolomé de las Casas, denunciando el maltrato de los nativos.
La identidad cristiana de España no se cuestionó hasta la llegada en la segunda mitad del siglo XIX de los primeros planteamientos socialistas. El marxismo y el anarquismo a menudo iban de la mano del ateísmo, por tanto, la polarización de la sociedad entre demócratas-progresistas y conservadores se reflejó en la discrepancia por motivos religiosos. Los republicanos pretendían separar la Iglesia del Estado, lo que no tenía mucha aceptación entre gran parte de la población. La tensión política de la Segunda República (1934-1936) estalló en una serie de actos de violencia contra la Iglesia por parte de grupos exaltados de extrema izquierda y anarquistas. Fue entonces cuando el catolicismo se identificó con las ideas anticomunistas.
Durante el franquismo, ser practicante — es decir, ir a misa, confesarse y comulgar – no era una obligación, sin embargo, el que no lo hacía se tachaba de “rojo”, lo que a veces podía implicar la pérdida de trabajo y una marginación social, especialmente, en los pueblos. La religión era una asignatura obligatoria en todos los centros educativos. Los matrimonios, por la iglesia y de por vida.
A partir de los años sesenta comienzan a organizarse las primeras reuniones clandestinas en apoyo de los nuevos movimientos políticos, especialmente el Partido Comunista. Paradójicamente, es en las «sacristías» donde se producen las primeras reuniones de grupos de carácter marxista, o de organizaciones terroristas, como ETA.
La caída del régimen supuso una negación de todos sus valores, por lo que las generaciones jóvenes empezaron a cuestionar la existencia de Dios y, sobre todo, el antes indudable papel de la Iglesia Católica. La postmodernidad ha traído el relativismo lo cual ha supuesto un golpe muy fuerte a una sociedad habituada a distinguir “lo bueno” de “lo malo». Difuminada la línea que separa ambas realidades queda cuestionada también la ideología que sostiene esa distinción. Por ello en las últimas décadas, la sociedad en general y la juventud en particular se ha desvinculado cada vez más de los planteamientos religiosos.
En 2012 aún el 73% de los españoles se declaró como «católico», sin embargo, según los datos del CIS (Centro de Investigaciones Sociológicas) más de la mitad de los religiosos nunca va a misa, y sólo un 15% es practicante. Entre los menores de 25 años este porcentaje es aún menor: sólo el 10% se declara practicante, mientras que más de la mitad dicen ser agnósticos, ateos o indiferentes. Cabe destacar que se cree más en los pueblos, y, especialmente, en Andalucía, aunque allí abunden también creencias folclóricas y supersticiones populares.
Con todo, el catolicismo ha dejado una profunda huella en la sociedad actual. Las fiestas de los pueblos son en honor de la Virgen o de los patronos de cada población. La iglesia está presente en la educación, existe la asignatura de Religión, aunque no es obligatoria, y la mayoría de los centros educativos privados o concertados – desde las guarderías hasta las universidades – pertenecen a órdenes religiosas o a parroquias. Al mismo tiempo, la práctica religiosa está experimentado un descenso. A día de hoy los principales hitos religiosos — el Bautismo, la Primera Comunión y el Matrimonio por la Iglesia – los celebra aproximadamente la mitad de los españoles, y, aunque lo hagan a veces por compromiso social, son una parte indisoluble de su vida diaria.