El sector privado
El mundo laboral se divide en dos grandes categorías: el sector privado y el público.
Actualmente si uno contrata a un trabajador, aunque sea a tiempo parcial, debe darlo de alta en la Seguridad Social y, por tanto, pagar impuestos por él. Como esto encarece el contrato, hay gente que prefiere hacerlo de forma ilegal, basándose en un acuerdo verbal. Este suele ser el caso de asistentas, profesores que dan clases particulares, niñeras, etc. Sin embargo, en este caso el trabajador puede denunciar al contratante.
Derechos de los trabajadores
En los últimos años los trabajadores han visto menguados sus derechos básicos. A día de hoy los despidos improcedentes se han convertido en algo normal. Para recurrir un despido hacen falta meses, si no años, y una gran cantidad de dinero (en torno a 1000 euros). Es frecuente que los trabajadores no se den de baja por miedo a perder su puesto de trabajo. Por el mismo motivo las chicas jóvenes evitan quedarse embarazadas, y las que están esperando un niño, intentan aguantar hasta los últimos días.
Los primeros meses después de perder el trabajo, los parados que han estado cotizando más de un año «cobran el paro», es decir, reciben una ayuda mensual. Esta ayuda oscila entre 500 y 1300 euros, en función del número de hijos, su sueldo anterior y la cantidad de años que han cotizado. A menudo para obtener esta ayuda tienen que apuntarse a cursillos educativos con el fin de obtener otra especialidad, más necesaria y competitiva que la suya.
El mundo empresarial es un mundo duro, de luchas constantes por la competitividad de la empresa, lo cual se refleja en los trabajadores, que sufren de tensiones y estrés. La crisis ha empeorado la situación laboral, ya que las empresas intentan exprimir al máximo a su personal, convirtiendo la jornada de 8 horas en una jornada de 10 y, a veces, más, obligándoles a hacer horas extra a menudo sin pagarlas. Y los trabajadores no pueden quejarse, porque saben que cualquier protesta puede llevarles a la calle a engrosar las listas de parados, y que hay miles de personas dispuestas a pelearse por su puesto. Esta demanda desproporcional de trabajo que existe en la actualidad ha generado el así llamado «trabajo basura». El «trabajo basura” está especialmente extendido entre los becarios: estudiantes o jóvenes que trabajan por una remuneración miserable con el fin de obtener experiencia laboral demostrable.
Funcionarios e interinos
Los trabajadores del estado se llaman «funcionarios». Para llegar a serlo la gente se examina de las «oposiciones» — un examen estatal que se hace una vez cada dos años. Pero el hecho de que haya examen no garantiza que haya vacantes, ya que las plazas vacantes aparecen sólo si se jubila otro funcionario o se da de baja de forma prolongada. Por eso a menudo cientos de personas tienen que competir por una sola plaza. De ahí la importancia de las oposiciones, para las que la gente se prepara durante años literalmente encerrada en su casa.
La nota final se obtiene como media entre los méritos personales (estudios, experiencia, etc.) y la nota del examen. De modo que para entrar en el cuerpo de funcionarios no basta con aprobar, hay que ser el mejor. Las personas que han quedado muy cerca de la plaza pasan a ser «interinos»: se les concede el trabajo eventual que consiste en sustituir a los funcionarios que estén de baja, sea para 3 días o para 3 meses. Ser interino, por un lado, da méritos y mayores oportunidades a la hora de hacer las oposiciones, pero, por otro lado, no permite estar realizando ningún otro trabajo, ya que en cualquier momento a uno le pueden llamar y ofrecerle una sustitución en cualquier pueblo de la comunidad que no tiene derecho a rechazar.La posición del funcionario es muy codiciada, ya que es un puesto de trabajo de por vida. Los funcionarios no tienen miedo de su futuro, no trabajan compitiendo con otros, además, poseen una cobertura social envidiable, como el servicio médico gratuito (son miembros de la aseguradora Muface), mayor posibilidad de obtener un crédito bancario (por ejemplo, para solicitar una hipoteca) y el horario reducido (la mayoría de los funcionarios trabajan o bien por la mañana, o bien por la tarde). Su posición garantizada ha dado lugar a numerosas críticas, ya que no se les puede despedir aunque tengan un bajo rendimiento laboral. De hecho, hay pocos mecanismos de control sobre el funcionariado.
Al mismo tiempo cabe destacar que se requieren años de estudios para llegar a ser funcionario, mientras que la remuneración tampoco es muy alta. El sueldo de un funcionario español suele oscilar entre 1300-2300 euros, cifra que se ve superada con creces en el sector privado.
El conjunto de trabajadores de una empresa o un organismo público se llama «plantilla». Los trabajadores que tienen un contrato vitalicio, o de larga duración, se llaman «fijos», mientras que los eventuales se suelen llamar «suplentes». En general, en España se observan ciertas actitudes machistas y despectivas hacia las mujeres y los trabajadores jóvenes. Se considera que la envidia es uno de los pecados capitales de los españoles: la gente especialmente brillante, lista y enérgica, las personas que destacan no se respetan ni ascienden rápido, como en Estados Unidos, sino que a menudo se marginan y son maltratados por sus compañeros menos aventajados.
La jubilación
La jubilación en España es a los 65 años, edad que se está aplazando hasta los 67. Para tener derecho a cobrar pensión de jubilación hay que cotizar a la Seguridad Social durante como mínimo 15 años completos.
El voluntariado
Los voluntarios son personas que trabajan de forma no remunerada. Suelen pertenecer a alguna ONG (Organización No Gubernamental). Por lo general, realizan distintas labores sociales: ayudas a las familias pobres, consultas y cursos de lenguas para inmigrantes, etc. A menudo la gente compagina su trabajo con una actividad de ayuda social. En España hay más de un millón de voluntarios.