Si alguien dice que tiene una movida en casa, es que se ha peleado o discutido con alguien, y la cosa está tensa. Probablemente esta expresión venga de la movida madrileña, un movimiento histórico-cultural que nos puede explicar muchos aspectos de la vida actual.
Franco muere en el 75; en el 78 se aprueba la Constitución, que proclama libertad de expresión, cuatro lenguas cooficiales, numerosos derechos de la ciudadanía. Empieza la época de la así llamada transición (transición a la democracia). La vida empieza a cambiar a una velocidad vertiginosa. Y, donde más, es en la sexualidad. Antes el matrimonio era para toda la vida, no había divorcio, y las mujeres dependían económicamente de sus maridos. No tenían pasaporte, no cobraban por su trabajo… y en los pueblos, ni salían de su casa aguantando en silencio las borracheras e infidelidades de sus maridos. Pero ya se empieza a hablar de sexo desde las pantallas de la televisión. En el 85 se legaliza el divorcio. El colectivo homosexual, antes totalmente clandestino, marginado y castigado, se siente por primera vez liberado, se hace notar y hasta se pone de moda en los círculos bohemios. En estos círculos se produce el así llamado “boom” de la movida: vida desenfrenada, sexo libre, droga acompañada con una música rompedora. Se pone de moda el punk, con Alaska a la cabeza de lo excéntrico y promiscuo…
Pero los enormes cambios que sacudían las grandes urbes – y, en primer lugar, Madrid – no llegaban a los pueblos, que seguían viviendo el aislamiento, la ciega religiosidad y la represión sexual. Ese desfase generó la imagen tan singular de España que supo captar Pedro Almodóvar, el director de cine más famoso en el extranjero. La desinhibición sexual y la drogadicción, el mundo de los travestis, lesbianas y gays madrileños contrastan en sus películas con el fervor religioso y la ignorancia de los rincones perdidos de España.
Lo curioso es que Almodóvar, un gran innovador, fue en parte el responsable de fomentar el tópico de España como el país del sexo sin límites, la droga libre, los toreros sentimentales y las monjas promiscuas. Los personajes de sus películas (de las cuales hay que ver la primera, “Pepy, Lucy, Bom y otras chicas del montón” y, quizás, la mejor, “Todo sobre mi madre”) son absolutamente extravagantes, y, a pesar de ser de alguna manera inexplicable muy españoles, crean una percepción totalmente equivocada del español medio. Si nos acordamos del otro icono internacionalmente conocido, las discotecas de Ibiza, famosas por su desmadre total, entenderemos por qué el mundo nos percibe así. Y eso que en lo que a la sexualidad se refiere, los españoles no nos diferenciamos de cualquier otra nación europea.
La singularidad de la movida no radicaba en la creación de nuevas formas de arte, porque tanto la música como las artes plásticas se inspiraban en los estilos ya existentes en Europa, que llegaban a España con años de retraso. Era el espíritu rompedor con el pasado, el extremismo en todas las manifestaciones que exageraba la modernidad convirtiéndola en kitch.
Se desfasó el horario, proliferó la vida nocturna, y, con ella, locales y clubs de alterne. La vestimenta y el aspecto físico experimentaron una enorme renovación, todo con el deseo de provocar, de reafirmar la nueva personalidad. Gente con la cabeza totalmente rapada excepto una cresta de colores, orejas con una multitud de aros, chupas de cuero con cadenas… todo tenía que mostrar la subversión de los valores impuestos por el franquismo. La aparición de revistas como Madrid Me Mata y programas especiales de televisión, como La edad de oro de Paloma Chamorro documentaron el éxito de la movida.
La movida madrileña dio al mundo numerosos artistas de gran calibre. Entre ellos, hay que mencionar a la pareja Costus, los fotógrafos Alberto García-Alix y Pablo Pérez Mínguez, los grupos Nacha Pop (con su Chica de ayer o Lucha de gigantes), Mecano (Hija de la luna, Maquíllate, Hoy no me puedo levantar, Me cuesta tanto olvidarte) o Sildavia (La Unión). La euforia de los primeros años de la transición conllevó una democratización de las relaciones humanas, el paso de usted a tú, la liberación de la sexualidad, la aceptación de los colectivos marginados…
Pero no fue fácil y también tuvo sus secuelas. Los antiguos valores, como el respeto hacia los mayores, la religión, el matrimonio y la institución familiar se han puesto en duda. Después de Francia, España lidera por el número de abortos, y la edad de comienzo de las relaciones sexuales se va adelantando hasta situarse en torno a los 13-14 años. De hecho, según la legislación vigente mantener relaciones sexuales con un adolescente de 13 años no es delito. Poder jactarse delante de sus compañeros de “tirarse a varios/as tíos/tías” en un fin de semana se ha convertido en la aspiración principal de los jóvenes, y a los profesores les cuesta sudor y lágrimas enseñar a un público ingrato, irrespetuoso, cuyo único sueño es salir en un programa televisivo.