La peor cita que he tenido fue hace unos dos años. Un buen amigo mío me había presentado a una amiga suya y decidimos salir a un buen restaurante para cenar.
Primero, llegué tarde porque se me ponchó una llanta del carro. Cuando por fin llegué a su casa tuve que conocer a su padre y empezó a hacerme muchas preguntas — como si me diera una prueba. En la cena me di cuenta de que no teníamos nada en común, hasta discutíamos sobre unos asuntos más o menos pesados. En fin, fue horrible.